domingo, 27 de octubre de 2013

La ignorancia de las mariposas. - Cap.5

     Creo que pasé por todas las calles de la ciudad. pero acabé allí. En la parte antigua. El viento había hecho que se me soltasen un par de mechones. Estaba la tienda de los muebles de mimbre y la casa de la costurera. La que había en medio de las dos se había convertido en una especie de tabú para mí. Pero no me mareé como aquella vez. Estaba cerrada. Cerrada de verdad. Tenía un cartel colgado en la puerta que ponía que se traspasaba. "¿Como que se traspasa?". Había estado allí dentro como hace un par de semanas.La mujer de la tienda de los muebles de mimbre se quedo mirando la tienda de forma melancólica y me dijo que era una pena. "¿Una pena?". Miré a través del escaparate y vi los pensamientos. Todos estaban mal cuidados, se deshacían. La mujer con una mano en el pecho y con un tono de chismosa dijo que el dueño de la tienda había muerto y su hijo. que era ciego, no podía hacerse cargo solo de la tienda. Miré el viejo rótulo de la tienda unos segundos y volví a mirar el cartel. Me apunté el número y me fui a casa. Tenía el pelo completamente desecho y era muy tarde.

    Mientras comía de postre unas moras miré el número de teléfono de la tienda. No me gustaba. Era demasiado simétrico y tenía unas cifras muy ordenados. Con el jugo de las moras empecé a escribir números de teléfonos caóticos, desordenados, difíciles de recordar y que me gustaban. El número de aquella tienda era tan mnemotécnico que ya me lo sabía de memoria. Llamé. Contestó la voz de aquel chico, "Nunca he visto una mariposa". Y colgué. Borré todos los números de teléfono que había escrito en la mesa con el antebrazo y cuando acabé me lo miré. Estaba morado. Me gustaba aquel color.

    A la mañana siguiente volví a llamar y le dije que me interesaba el trabajo, que estaba dispuesta a reabrir aquella tienda y a sacarla adelante. El chico me dijo que vale y que si podíamos quedar a las 7 en la tienda para hablar del negocio. Le dije que sí. No quería que me reconociese. Bajé al supermercado y compré la colonia más fuerte de hombre que había y tinte de pelo de color morado.

    Cuando volví a casa me fui directa al baño para teñirme el pelo. Al verme teñida la primera impresión que tuve fue que era extraña. Tenía el pelo morado y el pelo morado no pegaba en nada. No pegaba en la ropa que llevaba. me desnudé entera y cogí la colonia de hombre. Le quité el tapón entero incluyendo el spray y me lo tiré entero por encima. De arriba a abajo y por delante y por detrás.Olía a hombre. Salí al balcón desnuda, tal como estaba y con mi pelo morado y grité "¡Gol!" con todas mis fuerzas. Se me acabó la voz y me senté en un rincón del balcón apoyándome en los barrotes. estaba desnuda proclamando mi masculinidad celebrando un gol que puede que se acabase de marcar en aquel momento en alguna parte del mundo.

    Me vestí completamente de negro porque con aquel pelo no encajaba nada así que opté por las prendas más básicas y monótonas. Cuando llegué a la tienda el chico se disculpo y dijo "Lo siento señor, la tienda está cerrada". No era ningún hombre, era yo. Se lo dije y puso cara de circunstancias como si hubiese dicho algo malo. Entonces, cuando lo tuve cerca lo recordé. Era ciego. Maldije el fútbol y me sentí idiota con aquel pelo morado. No quería que me reconociese, pero es que no podía reconocerme de ninguna manera. Entré a la tienda con mi dignidad en el suelo. Me explicó el funcionamiento de la tienda. Me dijo que no tendríamos muchas ganancias porque los videoclubes estaban prácticamente obsoletos. Dijo que él tenía mucha ilusión en sacar aquel negocio adelante pero que supondría un esfuerzo muy grande y que si me suponía mucho trabajo no tenía porqué aceptar la oferta. Lo miré y le dije que sí pero con la condición de que quitara todos los pensamientos. Le mentí diciéndole que era alérgica. Él rió y soltó un suspiro, y aceptó el trato. 

     Lo primero que hice al llegar a casa fue llenar la bañera hasta arriba. Vertí todos los botes de champú, gel, acondicionador, cremas, sales, detergente, el líquido del ambientador... Vertí todo lo que olía bien en mi casa dentro de aquella bañera. Dejé todos los botes vacíos. Entré dentro y el fuerte olor me mareaba. Cuando salí de aquel baño desesperante la piel me escocía, me quemaba y estaba toda roja. Me senté en el sofá y me quedé mirando aquella pantalla rota. En uno de los trozos de cristal que había quedado enganchado al televisor después de aquel atentado vegetal me vi reflejada. Tenía el pelo mal cortado y morado. Tenía cicatrices por todo el cuerpo. Medio barrio me había visto los pechos y ahora tenía la piel tan roja que se me caía a trozos.

    Antes de irme a la cama abrí aquel cajón de errores y saqué la película. La puse en el suelo y me puse a hacer flexiones encima de ella mientras la miraba con fijación. Mientras miraba que no tenía título. Que era una mierda. Y mientras subía y bajaba mantuve una intensa conversación con aquella mariposa. "Nunca me volverás a tapar ninguna vista. Ningún cielo ni ningún techo. Soy una humana, soy como cien veces más grande que tú, tú eres un insecto. Y algo tan pequeño no va a poder conmigo. Ya puedes hacer que me caiga la piel, que me exhiba, que tú seguirás siendo una simple mariposa". Me rendí de aquel ejercicio agotador y me quedé dormida en el suelo con la película debajo de mí.


6 comentarios:

  1. Hola Irene!!! me acabo de leer los cinco capítulos seguiditos, me ha enganchado un mogollón. Que pasará con esa cerradura misteriosa?????, me ha encantado como escribes y estoy muy orgullosa de ti, cuídate mucho y ahora estamos en contacto unidas a la mariposa. Muaaaa. (la prima Carmen)

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  2. Tinc la sensació de estar estigmatisat pel futbol i desodorants masculins... XDDDDDD m'encanta irep :)

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    1. Esta clar que tu no estás estigmatisat pels desodorants y el futbol XD gracieeeeees^^

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  3. No me defraudas "idola".......me encanta y me encantas.fFelicidades .

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