Y pidiendo perdón salí de la tienda. Llegué a casa como si volase, como si fuese ligera como una pluma. Ligera porque tenía la mente tan vacía que cuando llegué a casa cerré la puerta tras de mí y sentí realmente la fuerza de la gravedad atrayéndome al suelo. Me senté allí sintiéndome completamente agotada. Miré mi casa. El balcón, el sofá, las margaritas, el suelo... Mi suelo no era tan brillante como el del supermercado así que no podía verme allí. Percibí que en la encimera de la cocina había una bolsa del supermercado y fui a abrirla. Era la lejía. Mientras daba vueltas con mi dedo índice al rollo de cinta adhesiva me quedé mirando fijamente aquel bote que a veces limpiaba y otras veces mataba flores. Me la llevé a mi habitación junto con la cinta.
Me senté en la silla y dejé el rollo y la lejía encima del escritorio. Abrí el que para mí ya era el cajón de errores. Y lo saqué todo. Esparcí por la mesa el trozo de cristal, el rollo de película vacío, la cerradura abierta y la llave. Estaba anocheciendo y las diapositivas pegadas en mi ventana hacían que la luz amarillenta de las farolas y la rojez de la puesta de sol dieran a mi habitación un aspecto cálido.
Cogí el cristal y corté un trozo de cinta igual de grande que el diámetro de la película y se lo pegue. Cogí un rotulador permanente de punta fina y me puse a pensar en la película detenidamente. Desde el momento que la había cogido en el cine. Me planteé incluso la existencia del destino. Pensé también en todo lo que me había dicho Álex aquella tarde. En todas las gilipolleces que había hecho desde el cierre del cine... "¿Pero desde del cierre del cine o desde que vi esta película sin título?" Cogí la lejía, la destapé y me la puse entre las piernas. Estaba fría. "¿Así qué de esto se trata? ¿De un cincuenta cincuenta?". Apoyé el rotulador sobré el papel y le puse título a aquella película junto a la fecha de la demolición del cine junto a un guión para dejar un hueco para otra fecha. "Ignorancia", escribí. El olor fuerte de la lejía subía hasta mi nariz lentamente. Apreté las piernas con fuerza mientras estrujaba la botella. Temblorosa cogí la cerradura y la llave y lo intenté de nuevo. La llave entró con suavidad en la cerradura y le di dos vueltas lentamente hacía la izquierda. Saqué la llave. La cerradura estaba cerrada. Cogí de nuevo la lejía y escribí después del guión la fecha de hoy.
Me levanté y cogí la película manteniéndola en alto enfrente de mí. Comencé a derramar la lejía lentamente sobre la película y cuando las fechas y el título empezaron a deshacerse me eché a llorar. Tiré la película con rabia al suelo. Y tiré la lejía con rabia a la ventana mientras se deshacían todas las diapositivas y mi habitación empezaba a tener únicamente la iluminación de mi flexo sobre el escritorio. Cuando se acabó la lejía también tiré el bote al suelo y empecé a desnudarme y a descalzarme con rabia. Mis pies desnudos pisaron algunas gotas de lejía que habían quedado en el suelo mientras me dirigía al espejo.
Me vi reflejada completamente desnuda en el espejo mientras las plantas de mis pies me escocían un poco. Me acordé de aquella noche en la que me sentí guapa y tuve valor. Busqué aquella crema con brillantina y me la puse por todo el cuerpo. Incluso por la cara y el pelo. Y en los pies quemados. Fui al salón y encendí la radio y me pude a bailar. Sonaba una balada que hablaba sobre una ruptura, pero en aquel momento, para mí era como la canción más bonita del mundo. Arranqué una margarita y me puse el tallo entre los dientes. Bailé hasta cansarme. Hasta no poder ni andar hasta mi cama y me acosté en el suelo mientras empecé a cerrar los ojos. "Ignorante mariposa..."
Al día siguiente me vestí para ir a trabajar. Álex me miró con cara de sorpresa. "Hueles mucho a cre...". "Son cinco con cincuenta, gracias", le corté. Álex abrió sus ojos insensibles como platos y me quedé mirando aquellas esferas grises con fuerza y sonreí. Y fue mi mejor sensación desde que vendí mi primera entrada en aquel viejo cine.
Y hasta aquí el pequeño trozo de la vida de Maia. Quizás el trozo de su vida más angustioso y malo.
Pero buscando el origen, buscando el pimer corte de todos, Maia consigue salir.
Muchas gracias a los que habéis estando siguiendo mi historia diariamente, semanalmente, o quizás toda de un tirón.
Gracias por todos los comentarios y por el apoyo.
¡Volveré pronto!